sábado, 30 de julio de 2016

César Simón, desolación, asombro, poesía


Poesía completa
César Simón
Edición de Vicente Gallego.
Pre-Textos. Valencia, 2016.

No todos los libros han de leerse de la misma manera. ¿Cómo deben leerse unas poesías completas? De modo diferente según el autor nos sea familiar o nos resulte desconocido.
            El valenciano César Simón (1932-1997) será, sin duda, un desconocido para buena parte de los lectores, sobre todo para los más jóvenes, pero cuenta desde hace tiempo con un núcleo fiel de seguidores. Su generación cronológica, la del cincuenta, ha aportado un puñado de nombres al canon de la poesía española contemporánea –Claudio Rodríguez, Gil de Biedma, Valente–, pero él se quedó desde el principio un tanto al margen, por razones externas –lo tardío de sus comienzos literarios– y, más importante, por otras intrínsecas.
            César Simón cultiva una suerte de realismo metafísico extraño a la tradición  poética española, aunque haya tenido abundantes seguidores en la llamada “escuela valenciana”. Sus poemas mejores, al menos los que yo prefiero, parecen hechos de nada, meras anotaciones paisajísticas (casi siempre de lugares desolados, pedregosos, ajenos a la presencia humana), apuntes de diario, pero encierran, como los fragmentos de los presocráticos, toda una inédita visión del mundo, son el resultado de una extraordinaria inteligencia de los sentidos, tienen mucho de revelación. “Místico de la nada” se le podría calificar a César Símón con tanta o más razón que a Miguel de Molinos.
            Dos maneras, decía, hay de leer una obra completa. Ninguna de ellas comienza en la primera página y termina en la última. Quien no conoce a César Simón debe hojear, espigar, detenerse en los poemas más breves, en los de los libros Extravío, Templo sin dioses o el ya póstumo, por pocos días, Jardín: “La sombra de una caña, / sobre la arena fina, / dibuja su destino. / Y se estremece con el viento”.
            César Simón gustó también de los poemas alegóricos, un poco en la estela de las parábolas kafkianas, que hablan de caravanas o santuarios, y de las largas divagaciones, más o menos discursivas, sobre el ser y la nada, el tiempo y la eternidad. Esos poemas, especialmente “La respiración monstruosa”, escrito en forma teatral, interesarán menos al lector común, aunque sean los que más juego dan a los estudiosos.
            A quien ya conoce al autor, y no son pocos los que le siguen desde que en 1984, con el título de Precisión de una sombra, recopiló por primera vez su obra, lo que en principio le interesa de esta Poesía completa son las novedades. Y las hay, nada menos que todo un libro, El pretexto y el fervor, un libro de temática amorosa que el autor no se decidió a publicar.
            Se publica ahora de manera un tanto discutible, como discutibles resultan otras decisiones del editor, Vicente Gallego, buen amigo del autor y quizá más poeta que filólogo. Conocía el texto y había poemas que le gustaban más y otros menos, por demasiado anecdóticos. Por eso lo reduce a la mitad. No parece que un editor pueda tomarse esas atribuciones. Decide también no incluir una de las obras más sugerentes de César Simón, el diario Siciliana (“lleno de lirismo, pero escrito en prosa”, dice), aunque publicado inicialmente en una colección de poesía. ¿Desde cuándo el verso es imprescindible para que exista poesía? No hace falta invocar a Baudelaire, basta leer esta Poesía completa para darse cuenta de que incluye poemas en prosa, uno de ellos (“Agosto, 28”) parece incluso formar parte de Siciliana, un libro que el propio autor definió como “un texto lírico en forma de diario”.
            Cierto que César Simón, además de poeta, fue un excelente prosista, gustoso de entremezclar al poeta con el narrador y el ensayista. Su primera novela (por llamarla de alguna manera), Entre un aburrimiento y un amor clandestino, de 1979, está necesitada de una reedición. Puede que no sea una obra redonda, pero contiene capítulos ejemplares en su precisión y en su agudeza intelectual. No sabemos si ese “amor clandestino” al que alude el título responde a un episodio biográfico o no, pero una historia semejante es evocada en Siciliana y en La vida secreta. Muy probablemente está también detrás de El pretexto y el fervor, el libro mutilado por Vicente Gallego para eliminar los poemas “más anecdóticos”, como si buena parte del arte de César Simón no consistiera en convertir la anécdota en categoría.
            Toda su poesía, toda su obra, se basa en la intuición de que la razón última del mundo se encuentra más allá de la razón humana, “como si se tratara siempre de otra cosa distinta a cuando podamos concebir y nada tenga que ver con nuestras emociones”. El amor, el amor-pasión, se convierte así en algo más que en una marcante experiencia biográfica, en una revelación de la espantosa y espléndida inutilidad del vivir: “Es como si en la noche del mundo estallara una bomba y se produjera una gran intensidad blanca. Y luego, nada”. Pero antes de esa nada final, definitiva, un puñado de versos. Estos versos, hechos de asombro y desolación.

2 comentarios:

  1. ¿Quién no ha dejado fuera algún poema al seleccionar o antologar o editar la obra de otro poeta fallecido? Y quizá con tan pocas razones como las del propio Vicente Gallego. O con tantas. Quién sabbe.
    César Simón, qué gran poeta.

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    1. No es ese el asunto. "El pretexto y el fervor" es un libro que César Simón no se decidió a publicar. No puede, por tanto, formar parte de su poesía completa junto a los otros libros que formaban su obra poética. Debería ir en el apéndice, junto a los poemas descartados al reeditar otros libros. Y el libro completo es el que dejó el autor, no el que le parece al editor que debería haber sido. Vicente Gallego pone además como fecha de ese inédito 2016, que es la fecha póstuma de publicación; lo que importa (y lo que se indica en los otros libros) es la fecha de escritura. Preparar una antología no tiene nada que ver con la cuestión de la que hablamos ahora.

      JLGM

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